Jorge Santtori (Quito, Ecuador) Poemas Selectos




Lucha de lenguas

Besos bajo el cielo de la regadera.

Besos sobre el infierno de la infidelidad.

Besos de lágrimas ardientes.

Besos como un alivio al matrimonio. 


Los envoltorios de la pereza

se embeben de verdades necesarias;

No somos los mismos sin nada encima,

en esta posada de carretera rural.


Destrampes, mordidas, muchas... 

muchas bajo la ducha. 

Lucha de lenguas. 

Muchas veces te soñé

destapando la rabia de no tenerte.


Beso labios calientes.

Beso mientras miro en la oscuridad.

Besas con la boca abierta

Besas con el alma, 

como besabas antes que te olviden. 



Etéreo

Tan corpóreo es nuestro enlace, 

que los dedos se mezclan con las venas.

Y las venas portan lava;

se enredan, y me tocas.

Dejas el volante y te arrojas

sobre mí, 

te aprietas contra mí 

y me besas como hace años no te besan 


Cinturones sin cinturas 

y lenguas sin prejuicios, 

lo dorado define tu perfil.


Yo te admiro en el silencio. 

Abro los ojos y miro tu boca 

mordiendo,

lubricando,

apretando,

y lamiendo mis dientes.


Entonces mis piernas sujetan tus dedos.

Entonces mi cuello siente tu lava.

Y es entonces, cuando mis venas se inflaman de amor.


Me gusta cuando hablas, 

porque mi alma te recibe;

acoge tus palabras y tus gemidos leves.

Me arrojo sobre vos,

me aprieto contra vos.


Los poros se dilatan en el vapor de los cristales. 

Siento como el paraíso nos reclama,

nos exige, 

nos llama,

nos pide, 

nos abraza.


No sé decirlo mejor… mentí. 

No es corpóreo, 

es etéreo, 

pues volamos juntos,

mientras conduces desnuda 

por las abiertas calles de Quito.



Calle de mis lágrimas perdidas

Calle, oh calle estrellada,

respiro tu asfalto húmedo. 

Siento….

Un vapor; miedo de la bruma,

un bosque a lo lejos y una luz tenue al final.

Acoges apacible la incuria de los peces de ciudad.


Hoy me suelto.

Me rindo.

Me siento en tu orilla a descansar. 


Calle noche.

Calle invierno.

Calle musa.

Calle infierno. 


Si tan sólo la luna te besara hoy,

Si tan sólo no te hubieran apuñalado todas las razas;

el mendigo que duerme entre tus piernas, 

el perro hambriento que lame tus agujeros, 

el mirlo agotado o el lirón desesperado,

o yo mismo…

tendíamos, oh calle bendita, una cama, 

un hogar. 


Calle de calles.

Río negro que en su silencioso cause

albergas el archivo perenne de historias increíbles;

de leyendas épicas, de besos fugaces 

de adioses eternos… 

dame siempre un motivo para no olvidarte,

y niégame, si también me amas, tu crueldad.


No saben, los peces de ciudad, otra cosa que odiarte.

En cambio, yo, hijo de tus tardes recoletas,

fruto maduro de tus madrugadas azules, yo te abrazo sin rencores.


Con esta sangre que mana de mis botas.

Con este serrucho filoso de mi espada de madera.

Con estas alas rotas que gotean cera derretida, 

te juro que, justo antes de morir pronunciaré tu nombre. 


Pero calle, sabes que mañana despertaré lejos de tu fuego sordo.

Una mujer nos separará.

Y aunque no será inminente,

sé que traicionaré tu desnudez 

y me embeberé con la suya.

Porqué, oh calle mía, sos de todos y de nadie, 

Y yo no puedo con esa vaguedad. 


Si al Lirón o al mirlo los recibes sin desdén, 

y al mendigo y a los peces de ciudad los destruyes indolente.

¿Qué harás pues, con este hombre moreno,

con este hombre que te ama?


Calle, oh calle recoleta.

Calle de mi vida,

si escuchaste mis palabras, 

dame un motivo para no olvidarte.

Y suéñame, si deseas, sentadito y solo,

como hoy me encuentro, 

en tu vera gris. 


Me prendo este cigarro con vos, 

como tantas veces fumamos a estas horas.

Mas cuando vengan por mí…

Oh calle de mis lágrimas perdidas,

Déjame, en paz, escapar. 



La mujer que nunca tuve

No se dormirá sobre mi brazo cuando la tarde muera. 

No acariciará su sonrisa las paredes frías bajo la ventana del bosque. 

El humo del cigarrillo que manaba a los diecisiete años 

se ha difuminado en el universo. 


La mujer que nunca tuve,

 vive 

en un retrato, 

en un raudal de suspiros,

en el sinfín de los latidos. 

Vive, 

en la consonancia de un abrazo 

y de un beso a ras 

del sudor del cuerpo. 

Vive, en la asonancia de una caricia 

en la inmersión abusiva 

de los turgentes dedos de la mano atrevida. 

Vive, 

en la implosión azul y naranja 

de un gemido atemporal. 


La mujer que nunca tuve 

es la mujer que siempre soñé; 

de manos finas,

de cuello de cisne,

de cabellera libre,

de sonrisa definitiva. 


Posiblemente, jamás sentiré 

el sabor de su boca,

ni el humo de mi cigarrillo 

se enlazará con su cabellera libre

ni mis turgentes dedos atraparán sus manos finas

ni mis besos mojarán su cuello de cisne, 

pero,

 si el telón de la lluvia de abril se abriera

y yo la encontrara 

sola y con frío,

correría hasta su faz y le regalaría mi chaqueta.


Prometo que de encontrarla 

en la calle de mis lágrimas perdidas 

le diría, que me la paso inmóvil mirando su foto, 

y que he soñado con viajar en el tiempo, 

mientras me desplomo en el vacío. 

Sobre el autor




Jorge Santtori, 14 de julio de 1991, Quito Ecuador. Cursó sus estudios en el primera escuela del Ecuador, el Colegio Mercedario San Pedro Pascual. Comunicador Social. Seleccionado nacional y provincial de Boxeo. Editor, Poeta y Novelista. Director literario de “Pluma Andina, editorial”. Director de contenidos de la revista “Filigrana”.  Su obra ha sido traducida al inglés, francés y japonés. Ha sido publicado en México en la revista, “La experiencia de la libertad” y en “La poesía del prójimo”. En 2019, publicó, el libro “Las primeras Flores”. En 2020, el poemario “Luna de fuego”.





Comentario



Jorge Santtori es uno de los mejores escritores ecuatorianos. Su poesía y sus escritos son embriagantes. He presenciado una lucha de lenguas imaginándome el beso perfecto bajo la ducha. Mi corazón se ha acelerado en un encuentro etéreo capaz de hacer vibrar mi vientre, que de manera increíble me transportó a una calle de lágrimas pérdidas, y por un instante me sentí la mujer  que ocupa un lugar entre sus brazos y el sudor de su cuerpo. 


Gaby Enríquez. 




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