Adrián Calderín Gutiérrez - Poemas selectos
Como
si fuese a pedir de boca, la poesía de Calderín nos inspira al encanto de la
biografía, a aquella sutilidad que alguna vez también encantó y adiestró a los
hagiógrafos. Tal es así que aún su sintaxis y regularidad rítmica nos conmueven
a leer con calma a personajes -dulcemente retratados- como: Freddie Mercury,
Dalí y Viracocha.
Además,
su poesía mantiene una línea continua entre la oda y la décima, cuyo objeto de
amor está atravesado por las imágenes de amparo y cuidado, en el caso de esta
última composición. Alusión directa. Consuelo de la palabra rimada. Abanico de
representaciones y alegorías que se funden en el acto mismo de su lectura.
Freddie Mercury
La poderosa voz llega a una nota
insospechada, entonces imposible.
Mientras, la enfermedad se hace visible
en el lánguido cuerpo que se agota
minuto tras minuto. El escenario
es como un templo y Freddie un sacerdote
ante sus fieles. Freddie es un quijote
de lo genial y de lo estrafalario.
Freddie subsiste. Al borde del escándalo,
del caos, el desenfreno y la blasfemia
su vida es más rapsodia y más bohemia;
de la opinión es un verdugo, un vándalo.
Aunque la magna música termine,
perdura en una foto, un libro, un cine.
Artífice de extraños elefantes
del futuro, cajones, caracoles;
español entre tantos españoles
distinguido. Por los extravagantes
bigotes antológicos transcurre
un tiempo entero de relojes blandos.
Ya son las seis. Los viejos memorandos
del arte se evaporan y discurre
la colonia de hormigas ante un huevo.
La mantis religiosa va de nuevo
del amor a la muerte. Los oníricos
ángeles sobrevuelan el abismo
de Freud y el psicoanálisis. Más líricos,
los sueños poblarán el surrealismo.
Viracocha
La oscuridad habita su guarida
en el fondo del lago Titicaca;
la luz de Viracocha contraataca.
Sucumben las tinieblas. Crea vida
el dios: el universo, las estrellas,
el tiempo, el sol, los astros y la luna,
la humanidad, el rayo, y la oportuna
lluvia que se desborda de epopeyas.
Sopla sobre las piedras. Los gigantes
surgen descerebrados, y sus nombres
los arrasa un diluvio. Las restantes
rocas forjan la raza de los hombres.
A lo lejos, se escucha un ditirambo,
allá en la cueva de Pacaritambo.
Décima leve I
¿Quién fuera tu trovador?,
decía Silvio Rodríguez;
¿quién el sueño que persigues,
o tu novela de amor?
¿Quién fuera el detonador
de la bomba de tu pecho,
o la antípoda del hecho
de ser tu adiós y tu olvido,
lo que has ganado y perdido,
tu deber y tu derecho?
II
¿Quién fuera el tigre al acecho
del sonido de tus pasos?
¿El guardián de tus abrazos,
las sábanas de tu lecho?
¿Quién fuera el libro deshecho
por tus manos insaciables,
las tardes inolvidables
del pasado que te nombra?
¿Quién fuera al menos la sombra
de tus días memorables?
III
¿Quién fuera tu Don Quijote
más que tu Alonso Quijano,
tu primavera o verano,
tu templo y tu sacerdote?
¿Quién fuera tal vez el bote
salvador en tu naufragio,
tu carpe diem o el adagio
favorito de la abuela?
¿O el beso ubicuo que vuela
de la verdad al presagio?
Biografía
Adrián Calderín Gutiérrez
Cuba, 1987. Reside
actualmente en Quito, Ecuador.
Amante de las formas
clásicas de la poesía y de las obras maestras de la literatura. Licenciado en
Lenguas Extranjeras. Traductor, intérprete, profesor de lenguas extranjeras. Sus
poemas constan en más de 30 antologías en España y Argentina. Autor del
poemario Breve manual para enamorar a una flaca bajo el pseudónimo Adrián CG.
Valoración
Literaria
Los nombres grabados en
la consciencia colectiva, la forma como abraza cada palabra, cada sentido al
anterior, la musicalidad y meliflua rima que bien domina. Su métrica exquisita
y admiración con la cual escribe sobre magnos seres que fueron luz en este
lúgubre valle, -que hicieron soportables sus tardes sangrías-; definen el
caletre y capacidad poética de Adrián Calderín. Difiero en los títulos elegidos
para los poemas, no obstante, defiendo su capacidad para sintetiza la esencia
del hombre, y capturar perfectamente su carácter, es decir, el drama que fue su
vida. Thomas Carlyle afirma que aquello que no puede ser cantado, no es poesía,
sino un trozo prosaico destinado con cierto sonsonete, pretendiendo decir algo.
Mas las odas de Calderín pueden ser entonadas, rutilan en su hermosura y elevan
el silbido de un dios cantante.
Harlequín
Comentarios
Publicar un comentario