La siembra del cielo
De una u otra manera, los campos siempre vuelven a florecer. La poética de Alfonso Viteri se fragmenta, se reencuentra, se separa y se enlaza desde el principio de los versos hasta el punto final. La magistral técnica que se emplea es un vórtice de ideas profundas respecto al pasado de la tierra; visión campestre que deconstruye la idea de felicidad de lo que consideramos como moderno.
El pastor
Estrellas blanquecinas
van atrás de las nubes de colores
sobre retazos verdes y amarillos
que cubren los cerros y montañas
al nacer el día.
Un sombrero de lana
se mueve al ritmo del viento;
soledad y frío.
Los borregos se agrupan
como manojos
de blancas flores cristalinas.
Rebaño de esperanzas
en senderos que cruzan la pradera
siguiendo a un poncho rojo
de rayas negra y blancas.
El hombre va sintiendo y temblando
por el frío de los páramos,
cuida su rebaño,
protege su última esperanza.
De vez en cuando el viento
se roba los sonidos del carrizo
llevándose sus notas
que vuelan del rondador
por las alturas.
¡Es del pastor!
que eleva sus plegarias
a sus dioses de los cerros,
que vagan, entre nubes bordadas
de esmeraldas.
Al fondo el arcoíris
se deja acariciar
por Sol y por la lluvia.
que bordan el cielo de colores
dentro de un arco divino
igual que las mujeres
que visten de colores sus vestidos
Y los hombres y sus ponchos
y su bandera indígena.
La luz se va perdiendo
en las horas que pasan fugitivas.
Las líneas de los cerros dibujan sus siluetas.
El pastor regresa Contando sus ovejas.
Y la noche
acompaña al pastor
y sus rebaños.
El sueño durará hasta que amanezca.
El gallo cantará.
El fuego en la fogata bailará
en chispas rojas.
El agua de canela
dará aroma a la choza
y una sombra de colores
irá junto al rebaño.
El pastor,
dominará la llanura
hasta que anochezca.
La huella de la tierra
Se quedó en sus pies
Para que nunca olvide
que eras tierra antes de nacer,
Y del mismo polvo,
en una ladera,
nació una flor.
Una orquídea del más fino color.
Al morir,
somos semilla para la madre tierra.
Al nacer,
somos el milagro de una vida entera.
Creciendo nos nutrimos del agua,
del viento.
Y al final, damos los frutos
para morir de nuevo.
¡Pachamama!
Olor de indio y de pies cansados,
que absorbes su sudor en cada paso.
que bebes chicha en el polvo de sus danzas
Y te escondes entre cerros y montañas,
que abarcas toda la historia de tu pueblo
escrita con barro y con sangre en tus templos,
con gritos y lamentos en el campo de batalla.
Y lloraste
cuando el invasor
rompió tu alma.
¡Pachamama!
Los hijos de la tierra
te llaman con voz de viento.
Con sangre cristalina envuelta entre tus ríos.
Mujeres ya cansadas y de pechos vacíos
te llaman con lamentos de niños.
El corazón se quedó enterrado en la tierra
Esperando retoñe una esperanza.
Los gritos de los hombres son como un trueno
y sus manos... del barro de tu seno.
Los cánticos envueltos en ritos ancestrales
sacuden tus entrañas cuando pisan y bailan
llamándote con polvo
en las noches de luna.
Y besan tu cuerpo con sus pies vacíos.
Te agradecen del fruto y,
del pan en sus trigales.
del agua que engrosa las cosechas.
Y son como palomas que vuelan en tus campos
Y dándote las gracias se pierden en cielo....
Ya no es cuerpo
No quiero cubrir la noche
con las sábanas del sueño,
sino con tus manos blancas,
manos tibias como las tardes de enero.
No quiero mirar luceros
que se esconden en el cielo.
Quiero tus dos ojos negros
que me miren en silencio.
No quiero cubrir mi cuerpo
con el viento ni el sereno.
Solo quiero sentir
el rose de tu silencio.
La noche se hará muy larga
igual que tu cabellera
fina suave y ondulada
y cubrirá nuestro sueño.
La silueta de tu cuerpo
va dibujando la noche
en el perfil de las lomas,
y un suspiro va dejando
el roció sobre las rosas.
Las sábanas se hacen nubes
blancas con sombras de cuerpos,
mis manos juntas a las tuyas
son palomas que alzan el vuelo.
El sueño cubrió la noche
con nubes que vuelan solas
sobre el perfil de montañas
que dibujan los recuerdos
de un cuerpo que ya no es cuerpo.
Garzas en el Cielo
Mientras haya
personas que lean mis versos
mis manos siempre
escribirán recuerdos
que los dejaré en silencio
dentro un libro abierto
para que puedan
volar libres en cielos
y mariposas volarán al filo
de un verso suelto
y los envolverán en perfumes de un jardín inmenso
y entonces con la música del viento
¡Leerán mis versos!
unidos a mis recuerdos.
Con solo una estrofa, que sus ojos lean
Y repitan con su voz un solo verso.
Volarán cual mariposas de rosa en rosa
sintiendo lo yo siento.
Y mis manos,
en vez de envejecer,
nacerán de nuevo
y volarán cual palomas
bajo el azul del cielo
escribiendo sobre nubes blancas
y pasajeras
Letras que con la lluvia se volverán versos
y escribiré de ti sin verte.
Escucho tu voz mezclada con el viento
y percibo tu acento sin oírte.
Te amo en cada línea del cuaderno
mientras haya almas que respiren de mi aliento
saldrán de las hojas un libro viejo.
Mis manos dejan huellas en las letras
que vuelan cual garzas doradas en el cielo.
Biografía
Alfonso Viteri- Quito 29 de octubre de 1945. Sus estudios escolares y colegiales los curso en el Ecuador en el Colegio San Fernando y Bolívar de Ambato, sus estudios superiores los realizó en Chicago Illinois en La universidad de Loyola.
Dictó clases en el prestigioso, Mancel Talcott Elementary School.
Actualmente radica en los Estados Unidos de Norte América, aunque retorna a su país por largas temporadas.
Valoración literaria
Fue una tarde inundada de sol, luego de un sueño reconfortante, que pensé con seriedad lo que había leído. Viteri no camina, vuela entre el sentimiento romántico de las églogas y la tarima realista de los resentimientos que aún existen de parte de los oprimidos, así como los prejuicios de los opresores. Frente a esto, no pude seguir con la rutina de café y silencio; fui hasta el velador, tomé un trozo de papel y empecé yo también a escribir como hace mucho tiempo no lo hago. Es trascendental que las almas sensibles lo estén, a parte de las metáforas culturales, conectadas con el “origen” de todo. Entendí que es muy difícil; tal y como leer a los grandes de la literatura universal, apegarme a un estilo, así que dejé el estilógrafo y retomé por cuarta vez la lectura de estos sublimes versos.
El Carnero
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