Lizbeth Ponce - Poemas selectos
Las despedidas saben a mar
Por. Rigael Toro
¡Qué paradoja la del recuerdo que nos acomete ante el intento del olvido!
En esta poesía, delicado testimonio y ambiguo paisaje, el lector puede encontrar que, desentenderse por completo de una producción mayor de poemas, no parece ser una incorrección a la hora de transmitir sensaciones en cuestión de pocos poemas. Es un signo de valentía transmitir tanto, heridas y quebrantos, en lo poco. Sin embargo, sí hay captura, hay registro. Sensaciones cotidianas como un viaje a la playa, ambigua metáfora de la calidez erótica y el desengaño, para luego pasar a recorrer la frialdad desalmada de una calaca, o la calavera de quien fue antes: espléndido retrato de un yo-que-fue. También confidente suyo, lo que no es más es un espejo configurado de imágenes sentimentales de sí misma. Por la misma línea, en Morgue Hollywood, hace caricaturas, de quienes se transforman, la eterna pintura de un personaje que pierde su máscara para transformarse en otro más, y no lo contrario. Y en el uso de su juego retórico, hasta podemos descubrir la tragicómica acción de una vendetta con amor. Poemas que se subalternan entre sí, piezas de un mismo rompecabezas poético, cuya figura completa -rostro indeseable- es indudablemente la despedida.
Tal vez, a la hora de indagar en nuestra melancolía, una poesía como esta no nos venga en mal. Es suficiente con mencionar que, según la autora, no nos fallan una sola vez, sino que suelen fallarnos mil. Y al cabo de tales reincidencias nuestras, en búsqueda de otra decepción con respecto al amor que guardamos al otro, nos alivie conocer que no somos los únicos. El adiós como el recuerdo nos vienen a visitar día tras día como el vaivén de las olas.
A orillas de un amor
¿Aprecias la arena del mar?Sí, la arena,para muchos insignificante.Nunca valoramoslos momentos banales.Pero, ¿por qué?¿Por ser banales?¿Por ser momentos?Recuerdo la primera vezque sentí la arena húmeda.Era una mañana de verano, y, ¡por fin!Estaba sin ujieres.Sola con él; nunca importó el nombre,pero cada recuerdo fue importante,cada sensación que dejó en míno se borrará jamás.El mar era su sonrisa.Su aroma embriagaba mi ser,su aliento; ambrosía caliente.¡Casualidad!¡Casualidad inefable!Nadie en la playa nos vio soñar.Playa,confundiste nuestras pequeñas realidades.Playa,viste a dos enamorados mintiéndose con facilidad.El uno llamó al otro: “mejor amigo”.¿Cómo no llamarlo así?Si él era un mundo frágil.Mundo que nace,cuando el verano toma vacaciones.
Amistad taciturna¿Has sentido la palmadita de la calaca?,¿no?Yo la sentí una mañana obscura de diciembre.Una palmada en la espalda que nunca olvidaré;sensación triste que morará conmigo hastael final.Cuando el difunto es tuyo,encontrar un féretro sobre cuatro peldaños de madera,es como encontrar tu alma en medio de la mar;mar conjugado con deudos e hipócritas.Tenía nombre, tenía sueños,tenía un amor; amor que yace petrificado,sempiterno.Recuerdo la frase que he aprendido en clases:“Se nace una vez, pero se muere dos ve- ces”.Aquel día, ella murió por primera vez;murió su ser pueril y jubiloso junto con él.Morir de amor es fácil, pero,ver morir al amado, es un suicidio.Las pulsaciones se detienen,el hálito se enjuaga con las lágrimas.Las quimeras se encapsulan.Y el alma se desprende.La calaca es ahora mi confidente,la palmada en mi espalda es perenne.Mi confort, su mano calcificada.Sombras lúgubres me acompañan.Ocho horas se convirtieron en dos.Y mi vida se llena de costumbres,donde sonrío para no matar de dolor.
Morgue Hollywood
Una tarde de julio vi morir a un superhombre,esos que aparecen en los comics.Vi dos almas agarradas de la mano en laMorgue Hollywood.Vi su rostro transformarse en ogro.Ogro tozudo embutido de rabia.Rabia Tarantino.El súper hombre se convirtió en verdugo,aunque no en un verdugo alemán.El súper hombre dejó de ser “Superman”,y de pronto fue, “El Joker”.Esa tarde de julio vi la muerte de dos hombres.Uno de ellos, camina,a diario,
Vendetta con amor
Cuando te fallan una vez,te fallan mil.Yo lo hice una vez y,ruego a diariono volver a hacerlo.Ruego no perderte…y verte sonreír tranquilo.Te fallé por inmadurez;egoísmo,temory también por pasión.Pero...¿Fue premeditadala vendetta infranqueable?¡Sí!¿Y?La máquina del tiempo no existe.Nunca te enteraste,pues aprendí a velar bien.Aprendí a reprimir mis sensaciones.Pero siento que mis ojos me delatan.No puedo verte fijamente.La lucha de pupilas quedó en recuerdos.Fallé una vez y,ahora cargo con una reprimenda mayor.El no ver tus ojos de chocolate es un castigo cruel.Ojos de café.Ojos del castaño en primavera.Ojos que me daban seguridad y,a la vez,me intimidaban.Inventaré,un mundo si es necesario,para que te equivoques también y,entiendas que las vendettas son placeres fugaces.Ojalá tenga el valor de hurgarcon mesura.
Biografía
Lizbeth Ponce, 13 de noviembre de 1996, Quito- Ecuador. Hija única de padres Quiteños y con raíces Cuencanas. Cursó sus estudios en el Colegio Nacional de Señoritas “Hipatia Cárdenas de Bustamante”, sus estudios de pregrado los realizó en la Universidad Central del Ecuador donde se tituló de Licenciada en Ciencias de la Educación mención Ciencias Sociales, se encuentra cursando sus estudios de posgrado en la Universidad Andina Simón Bolívar. Es docente por vocación y por convicción. En 2020 publicó su primer libro de poesía, “Reminiscencias en la Costa de un Adiós” en la Editorial PlumAndina, su obra pertenece a la Colección Sierra, en colaboración con otra escritora nobel. Su obra y vida fue reseñada en el blog “La poesía del Prójimo”. Está iniciando en el mundo de la poesía y lo describe como un refugio de la realidad circundante a ella.
Su pasión por la literatura nació al leer los textos de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y su predilecto Ray Bradbury. Una de las fuentes de inspiración de Lizbeth es la hermosa provincia de Manabí, la cual durante su adolescencia tuvo la oportunidad de conocer, donde descubrió su amor por la historia y la arqueología. Anhela seguir publicando libros de poesía y novelas, pero también de historia, para redimir nuestro legado patrimonial.
Valoración Literaria
Ahora que rebusco en el gabán algún cigarrillo para curarme del frío de la tarde, las letras de Lizbeth me apresuran la mano. Tantos temas en tan pocas líneas que expresan tanto en pocos poemas, que inflen el pecho tanto que no quiera fumar poco, sólo pude ser posible si la sinceridad es empleada de la mejor manera. La composición fonética de las “ys” alumbra el camino hacia los vertiginosos desenlaces de cada uno de sus poemas. El miedo a terminar de leerle, es sólo comparado con el miedo a no tener su libro en mis manos, y por eso, tal vez me pongo a fumar. Entonces el frío es un pretexto, nada más.
El Carnero.
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